Tiempos de miseria

Mientras se conocía el índice de pobreza, el conflicto del neumático y la toma de escuelas, la única buena noticia solo llegó del lado del dólar soja.

La pobreza y la indigencia en Argentina. Foto NA: Pablo Lasansky



Los acontecimientos de esta semana han sido en su conjunto –una vez más- una nítida imagen de lo que es hoy la República Argentina: se ha conocido el índice de pobreza, las tres empresas productoras de neumáticos estuvieron hasta último momento prácticamente paralizadas por reclamos sindicales y cientos de chicos se encargaron de “tomar” por la fuerza varias instituciones educativas de la Ciudad de Buenos Aires, transformando en rehenes a todos aquellos con ganas de estudiar.

Una vez más –y como lo hace cada seis meses- el INDEC ha dado a conocer su informe de pobreza e indigencia correspondientes al primer semestre del año 2022. Los números nuevamente han resultado desoladores.

El 36,5% de la Argentina es pobre y cerca del 8,8% no logra siquiera alimentarse. En cifras algo más crudas se puede decir que en el país hay 17.300.000 personas pobres y 4.130.000 personas que no logran comer todos los días.

Los datos de pobreza son algo más dramáticos en ciertas zonas del territorio nacional. El peor récord se lo lleva Gran Resistencia, donde 49,9% de su gente es pobre (prácticamente uno de cada dos chaqueños es pobre en esa zona) y un 15% de sus habitantes está inmerso en la indigencia (15 de cada 100 no comen todos los días). Los números son impresionantes.

La toma de escuelas por parte de su alumnado representando supuestos centros de estudiantes que luchan por sus derechos es muestra de la decadencia con la que convivimos. Un grupo de alumnos haciéndose dueños por la fuerza de las instituciones educativas, generando la pérdida de días de clases e impidiendo a miles de alumnos que quieren estudiar y seguir teniendo clases, poder hacerlo. Padres ausentes o cómplices son parte de la degradación social, cultural y educativa que sufre la Argentina. Quienes deben en un futuro hacer de este un país mejor, están impidiendo que se eduque con normalidad. El sinsentido parece atentar contra nuestro futuro.

El tercer episodio de relevancia ha sido el conflicto gremial que afectó a los tres productores de neumáticos locales. Una salvaje protesta sindical que puso en riesgo 150.000 empleos y generó daños colaterales en un país que ya no se asombra de nada. Tal vez lo más preocupante no haya sido el método cavernícola de la protesta, sino más bien haber sembrado con ella la idea que por la fuerza se consigue todo. El sindicato de Camioneros ya avisó: lo ocurrido en el rubro de los neumáticos ha sido un “poroto”. La conflictividad está escalando y parece ser el inicio de tiempos sumamente complicados en una Argentina que no da más.

La política parece no estar a la altura de las circunstancias: mientras todo esto ocurría, las buenas noticias solo llegaron de la mano del “dólar soja”. Fue récord el nivel de liquidación (en torno a los 8.000 millones de dólares) con un costo altísimo: se emitió para adquirir los dólares el equivalente al 25% de la base monetaria. La bomba inflacionaria tiene la mecha cada vez más corta.

El país requiere cambios profundos y estructurales. Esta semana ha dejado de enseñanza que esos cambios no son solo políticos y económicos, sino también culturales y educativos. Argentina no funciona y muchos parecen no haberse dado cuenta.

Escrito por Manuel Adorni

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